1. PONGAMOS UN TÍTULO A TODO ESTO

Se siente la brisa del mar, se cae la noche dejando entrever que nadie es digno de mirarla si no es con buenos ojos, con ojos de un enamorado de verano. De fondo se puede sentir el latido de un viejo corazón herido. No todas las heridas son capaces de sanar si no se tratan a tiempo, mal de amores dijo el doctor, el peor de los males digo yo. Es posible que el próximo verano sufras de nuevo por otros ojos, por otra boca que ha optado por otros labios, por otro corazón. Nada es eterno, todo lo es. El amor no es eterno, tiene fecha de caducidad desde que nacemos. El desamor es eterno, estés donde estés, sea en dónde sea o vivamos en época en la que vivamos, los corazones rotos nunca sobran, ni fallan ni dejan de aparecerse en medio de las agujas del reloj. Quizás lo peor no sea el desamor, sino sentir cómo se van clavando los dos punteros del reloj, y demos gracias de que sean dos y no doce. Quizás si fuesen doce solo nos enamoraríamos una única vez, precavidos ante lo que se avecine, con miedo a lo que no hay pero podría hacernos daño si dejamos una vez más entrar a otra persona. Quizás mejor así, doce era mucho, dos permite intentar encontrar el amor de nuestra vida en una escapadita a un banco, en un café o cuatro salidas. Quién sabe, quizás venga pronto.

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